sábado, 14 de mayo de 2016

El tercer sexo

Uno de los mayores retos para la diversidad sexual es la negación de los cuerpos que no forman parte de un sistema occidentalizado y binario, los cuerpos no monosexuales. La frase “Dios creo hombre y mujer” anudado al imaginario heteronormativo conjugan el argumento más utilizado para negar la diversidad sexual. ¿Es el interés económico y de producción de las altas esferas lo que mantiene un sistema heternormado invisibilizando o condenando a los cuerpos no monosexuales?
Muchas teorías conocidas y popularizadas desde las disciplinas académicas socioeconómicas, antropológicas y feministas, argumentan la idea que las altas esferas necesitan de la reproducción constante de seres humanos que en un futuro significarán una fuerza laboral; es decir, la heteronormatividad asegura la producción de obreros, entre más y más necesidades tengan, más mano de obra barata habrá.
Para muchas personas, sobre todo las que deciden anda por la vida sin cuestionarse nada, les parece una exageración estas teorías, y las han popularizado bajo la categoría “teorías conspirativas”. Sin embargo en la actualidad ha sucedido una cadena de eventos, sobre todo en las redes sociales, que han expuesto la veracidad de estas asertivas “teorías conspirativas”, de tal forma que le quita la apariencia de ser una idea descabellada a lo expuesto anteriormente.
Las altas esferas o poderes fácticos, se encuentran respaldadas por todas aquellas instituciones que representan una autoridad, ya sea terrenal o divina, ante la sociedad. Y en la construcción de este sistema patriarcal heternormado las iglesias, de diversos tipos de religió, juegan un papel fundamental desde los tiempos de la conquista.
“Vinieron. Ellos tenían la biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: cierren los ojos y recen. Y cuando abrimos lo ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la biblia”. Galeano, E.
Este mandato divino, basado en el metarrelato de Adán y Eva, dispuesto de forma arbitraria, sin reconocer dentro de su misma mitología la creación de Lilith antes de Eva, fundamenta la heternormatividad binaria, pero esto no constituye que en realidad estemos hechos de polvo y que nuestra descendencia venga de un desencadenamiento de múltiples relaciones de incesto, tampoco significa que al mundo se venga solo como hombre o mujer.
Se conoce la existencia de los cuerpos intersexuales, antes conocido como hermafrodito, desde tiempos remotos, incluso hay réplicas de estos cuerpos en las esculturas de la antigua Grecia. La existencia de los cuerpos no monosexuales, fueron reconocidos en aquella cultura y fueron explicados desde la mitología; el hijo de Hermes y Afrodita, Hermafrodito, fue a nadar a una laguna y se metió desnudo; una mujer lo vio y se sintió muy atraída a su cuerpo, se aferró a Hermafrodito, de tal forma que pidió a los dioses nunca la separaran de él. Y fue así como los dioses, atendiendo a su súplica, unió ambos cuerpos. De esta forma se le dio el nombre de hermafrodito a los cuerpos no monosexuales; hoy día son denominados por la biomedicina cuerpos intersexuales.
El reconocimiento de estos cuerpos en la cultura e imaginario popular de la antigua Grecia, permitió que no se cuestionara al respecto e incluso permitió que se naturalizaran las expresiones erótico-afectivas de la diversidad sexual en todos los espacios. Se podría tomar como un referente contextual el texto escrito por el filósofo Platón, El Banquete, que hace mención de Eros, el dios del amor, y de las complicaciones a las que se enfrentaban algunos filósofos en sus relaciones eróticas con otros hombres.
Poco después de Constantino y de su imposición religiosa, estos cuerpos fueron invisbilizados y no se habló más de ellos, ya que desafiaban el mandato divino de los cuerpos binarios en función de la reproducción humana. Un silencio que trascendió hasta nuestros días.
A inicios del siglo XXI el tema de lo intersexual e intergénero es nuevamente expuesto a la luz por Paul B. Preciado (antes conocida como Beatriz Preciado), quien vuelve a hacer referencia de estos cuerpos, desde la teoría Queer, en relación a la biopolítica; el control estatal sobre los cuerpos y sus roles. Paul habla del rompimiento paradigmal del género, de atrevernos a concebir el género fuera de la binariedad hombre/mujer, el pilar de la heternormatividad. Este rompimiento binario liberaría las expresiones de género y corporales de la imposición que puede verificarse, incluso, en el documento de identificación de cada ser humano. Para Paul B. Preciado, la definición del sexo en el documento de identificación es tan absurdo, innecesario y controlador, como querer disponer dentro de los datos de la identificación a cuál ideología política se pertenece.
La mención de Paul respecto a la biopolítica, me lleva a hablar de la regulación de los cuerpos desde la biomedicina. Nuria Gregori escribió “Los cuerpos ficticios de la biomedicina. El proceso de construcción del género en los protocolos médicos de asignación de sexo en bebés intersexuales”. Nuria Gregori es una investigadora de la Universidad de Valencia, pero no solo en España acontece la asignación, o mutilación, de sexo en bebés intersexuales.
Por supuesto que los estudios guatemaltecos en relación al tema escasean o realmente son inexistentes. Nadie está haciendo un estudio transversal sobre la varianza sexual. Qué sistema patriarcal y heteronormado va a querer invertir en la investigación científica de los cuerpos no monosexuales, cuando además no puede ni mantener fuera del alcance de los tentáculos de la corrupción y el saqueo al sistema de salud de su población. En este caso le queda de tarea al único genetista guatemalteco, Dr. Rafael Cabrera, definir la asignación de sexo a cada bebé que nazca fuera de los parámetros monosexuales, según su propios parámetros.
Internacionalmente los parámetros monosexuales se estiman a raíz de las siguientes asignaciones al nacer: cromosomas XX o XY, las gónadas (ovarios/testículos) y la determinación genérica por la crianza. Estos factores han sido determinados desde el estudio del Dr. John Money, quien escribió el protocolo de asignación de sexos: “Hemafroidita, una investigación en la Naturaleza  de una Paradoja Humana” (1952).  Además existen los parámetros de tamaño, es decir, si un niño nace con un pene más pequeño de lo “normal” o “aceptable” le reasignan el sexo, argumentando que su pene no podría alcanzar el saco de la vagina donde se cree se encuentra el punto G o talvez no pueda penetrar, causándole al individuo una trágica frustración en el momento en que quisiera tener relaciones sexuales. Dejando en claro que el pensamiento patriarcal heternormado solo concibe las relaciones sexuales a partir de la penetración, que para este sistema no existe otra lógica que una sexualidad heterosexual y coitocéntrica.
Es por eso que el reconocimiento de los cuerpos intersexuales es un elemento clave, para que la sociedad asimile la existencia de la diversidad sexual. Hay que romper de raíz con el mandamiento paradigmal del sexo heterosexual y coitocéntrico, de donde viene, incluso, las aberrantes ideas de las violaciones correctivas a mujeres lesbianas. 
Cuáles son las medidas aceptables y en las que se basan los médicos para planificar una reasignación de sexo, a lo que prefiero nombrar “mutilación”.

 

IMAGEN 1. Esquema con las medidas aceptables médicamente para penes y clítoris (Kessler; 1998).
Las medidas tienen un efecto contraproducente al inducir la aplicación de cirugías “normalizadoras” donde antes no se hacía. Es decir, que en la práctica clínica cotidiana, se empieza a hablar de intersexualidad cuando simplemente aparecen unos genitales que no corresponden a las expectativas establecidas culturalmente para mujeres y hombres, independientemente exista o no una disfunción orgánica.
Bajo estos parámetros la intersexualidad consta de un espectro de frecuencia más amplio de lo mencionado o incluso pensado en estudios pasados, como los establecidos por el Dr. Money. Es decir los cuerpos son diversos y no binarios, muchos no encajan dentro de lo establecido por las instituciones que regulan a las poblaciones en favor de un sector privilegiado y constituido por el poder fáctico.
Para comprender la frecuencia real del estado intersexual, se tendría que invertir tiempo, trabajo y recursos en una investigación formal. De momento tenemos algunas nociones enlazadas a partir de las experiencias compartidas en la web por varias personas profesionales en el tema. Por ejemplo existe un artículo redactado por el Dr. Cary Gabriel Costello, en el que realiza un estimado de los casos que podrían presentarse con parámetros establecidos por la misma ciencia como factores de intersexualidad.
En este blog el Dr. Costello también aconseja que lo mejor es realizar una investigación a fondo que nos dé un número real de los casos de cuerpos no monosexuales o que presentan rasgos intrasexuales. Su explicación deja en la misma posibilidad o frecuencia nacer intersexual que nacer con los ojos verdes. 1 de cada 150 son cuerpos intersexuales, y puede que el número de frecuencia sea mayor tras realizar una investigación a fondo de los casos.
El Dr. Costello nos acerca a esa cifra tomando en cuenta los estudios asignados a los casos de micropenes o a los casos de hipospadias.
            “El micropene ocurre en un 0.6% de la gente categorizada como masculina, o en un 0.3% de la población. Las hipospadias ocurren en una 0.8% de la gente categorizada como masculina, o en un 0.4% de la población. Miremos estas dos condiciones, 0.7% de la población nace con variantes sexuales. En otras palabras, traduciendolo lenguaje estadístico en probabilidad, 1 de cada 142 personas tiene hipospadias o micropene. Eso es más de 1 en 150”, Dr. Costello.
Este dato contradice al último utilizado en una tesis médica para indicar la frecuencia de los cuerpos intersexuales, 1 en 2500. El Dr. Costello explica que en la argumentación de su acercamiento estadístico de 1 de cada 150, no están incluidos otros muchos casos de variantes en relación de las gónadas y variaciones sexuales en los cromosomas, que su dato final es bastante conservador al estimado que él mismo presagia de la  frecuencia en las denominadas “anormalidades” por parte de la biomedicina.
Recuerdo que a principios de los años noventa, en un curso de medicina, un médico aseguró que la homosexualidad no se trataba de una cuestión biológica porque solo existían dos variantes de genes que designaban el sexo, y que este solo podía ser hombre o mujer. Sin tomar en cuenta la evidente confusión de este “profesional” en cuanto a sexo, orientación sexual e identidad de género, ese argumento es precisamente el argumento contundente de la biomedicina para amparar a la biopolítica en sus continuos esfuerzos por privilegiar a las altas esferas, por reforzar esa imperiosa necesidad de normar y regular a la humanidad que han tenido los Estados desde la modernidad. Es una de las principales razones por las que no se han llevado a cabo los estudios respectivos para indagar en la diversidad de los cuerpos no monosexuales o que están fuera de los parámetros de la sexualidad heterobinaria.
Intersexo es un paraguas que se usa para describir un número de variaciones, donde una persona tiene variaciones genéticas o físicas, que no se pueden clasificar claramente como hombre o mujer. Las variaciones genéticas son una expresión natural de la biodiversidad y debe ser considerado también un aspecto importante de la humanidad, que no es ajena a este planeta y a todas las especies que en ella habitan.
Todo ser humano comienza a crecer en el útero a partir de una forma intersexual, nuestros primeros momentos de esta existencia no se definen como hombre o mujer; somos concebidos con faloclítoris, labioescroto y ovotesis. Estos se van definiendo conforme el desarrollo avanza, pero no siempre hacia un panorama binario, como lo impuesto por este sistema.

Si la pretensión de la biomedicina no fuera asignar, tras mutilaciones, el sexo de los bebés no monosexuales y la biopolítica no se basara en el control de la naturaleza, la humanidad y la producción de los obreros. Si las creencias religiosas no se ensañaran en las condenas moralistas que terminan siendo un caldo de cultivo para los discursos de odio. Si existiera una disposición de fondos gubernamentales que permitan una investigación a fondo de la frecuencia de los cuerpos no monosexuales en la diversidad del ser humano, entonces todo lo demás caería por su propio peso, la diversidad sexual no estaría en discusión, no se cuestionaría como en la época de la antigua Grecia, no habría porqué pensarnos únicamente como hombres/mujeres y la heterosexualidad dejaría de ser normada como la única posibilidad de establecer relaciones erótico-afectivas coitocéntricas, pero sobre todo muchos cuerpos, muchas mentes, muchas psiquis, dejarían de ser cruelmente mutiladas.

                                         Piva                                                                 2016